Una defensa muy breve del Ulises
El Ulises (1922), de Joyce, es una novela excelente, superlativa, chistosa, genial. En realidad me sorprende oír por ahí , por ahí y en general por ahí que el Ulises es un engendro, un bodrio, un endriago ilegible. Y no se trata de rendirle culto a Joyce: la última novela de Joyce, Finnegans Wake , sí es una verdadera tortura salvo que uno la lea como quien escucha una canción en un idioma extranjero, presto a rescatar algunas frases eufónicas y algunos juegos de palabras interesantes. Y eso. (Este, el de Finnegans Wake , es un caso extremo de los hábitos de lectura que en una entrada anterior describí en relación con Pynchon). Pero el Ulises es otra cosa. Sí, es una obra cuya lectura se enriquece mucho cuando uno tiene un profesor de literatura a la mano, y uno o dos manuales, como el de Stuart Gilbert que por primera vez decodificó en pleno el subtexto mítico de la novela, o como el robusto Ulysses Annotated de Don Gifford y Robert J. Seidman. Y es que así era la compulsión inte...