Mónica Gil Restrepo, “Calderas”


Mónica Gil Restrepo, “Calderas” (Puñalada trapera: Rey Naranjo Editores, 2017)

¿Qué es? La narradora es una entusiasta de la bicicleta en medio de un grupo de ciclistas que bajan y suben una montaña junto a un río que se llama Calderas. Ella se accidenta y a pesar de las heridas decide continuar por el trayecto más difícil hasta completar el viaje.

¿Qué me gusta? El ritmo y la tensión entre los distintos personajes. El viaje es un reflejo de la sociedad en general: hay competencia y soberbia, hay tensiones entre los géneros, hay fricción entre las clases sociales. Lo último se ve en una parada que hace la narradora para untarse crema en las heridas. “No hay simpatía”, dice la narradora cuando se ve frente a una mujer que la “mira con recelo” y le habla con voz “áspera”; la mujer lleva a la narradora a un baño que no es más que “un cubículo con un sanitario sin tapa y una minúscula poceta”. Uno espera que eso desemboque en algún tipo de confrontación. 

La carrera en sí también ofrece paralelos con los movimientos de la vida en general. Poco antes de terminar, la carrera serpentea por la montaña y la narradora comenta que es “el tramo más duro, porque en cada recodo se guarda la esperanza de llegar y la distancia restante se recorre en minutos dilatados”.

¿Qué no me gusta? El primer párrafo. Es este: “A pesar de los 76 kilómetros recorridos la montaña apenas comienza. El lote se ha desparramado durante el largo descenso en el que cada cual busca con los frenos la velocidad a la que el viento golpee sin intimidar, la mayoría devorando los kilómetros que más tarde habrá que masticar. Yo me aferro con cautela a las palancas de los frenos para contener el ánimo desbocado de las ruedas y observo cómo los demás se pierden entre las curvas que el monte parece tragarse”.

Lo tuve que leer varias veces para sacarle algo de gusto y fue solo finalizando el segundo párrafo, luego del accidente, que el cuento cae en un ritmo digno de la velocidad que describe. ¿Por qué empezar con un número tan preciso de kilómetros y no, con más impacto, solo diciendo que “La montaña apenas comienza”? En vez de “largo descenso”, con un adjetivo que no aporta mucho, podrían entrar en escena “76 kilómetros de descenso”. Si devorar ya significa “comer”, no le veo mucho sentido a sugerir que primero se devora algo y luego se mastica. Son algunos detalles que me chocaron desde el inicio. Lo que viene después es mucho mejor.

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