Vallejo desde el desbarrancadero



Fernando Vallejo, El desbarrancadero. Bogotá: Alfaguara (2001), 194 pp.



Durante mucho tiempo no había querido leer a Fernando Vallejo. En sus columnas había encontrado una prédica de virilidad y prejuicio, de odio e impulsividad, que me parecía una postura fingida hasta el punto de volvérsele una máscara inescapable. No seguí leyendo sus columnas, y evité sus novelas. Sin embargo, con los años empecé a acumular recomendaciones enfáticas. Uno de los vallejistas, en cuyo criterio confío, me confesó guardar sus copias de las obras de Vallejo junto a la Biblia. En últimas, di el brazo a torcer. El resultado fue que leí El desbarrancadero.

Mi primera impresión fue la risa: ¿cómo no reírse cuando un narrador cascarrabias, ágil con las palabras y acerbo con las ideas, destruye tanto la cabeza del títere como el títere y la tarima? Es una proeza mantener ese tono cáustico durante casi 200 páginas, y el autor lo logra, pero termina por volverse repetitivo y no alcanza a darle a la obra nada semejante a una estructura. Ya he dicho que admiro a Pynchon, y Pynchon no es exactamente el más estructurado de los novelistas; pero en Pynchon encontramos gran versatilidad: una cantera inagotable de ideas frescas y juegos de palabras, un ritmo vertiginoso que no es uniformemente envenenado, una creatividad sin límites.

En El desbarrancadero, en cambio, el rasgo predominante es el desorden. La novela es nominalmente sobre la muerte de Darío, el hermano del autor, pero brinca con desenfreno, se pasea constantemente por cuanta reflexión tangencial brote en la mente de Vallejo, se transporta hacia el pasado o el futuro de manera caprichosa. No genera nada parecido al suspenso o la intriga. Nada. De hecho, pude haber abandonado el texto a la página 50 y haber terminado con la misma sensación que me llevé al concluir: que es un desorden, escrito con un tono llamativo y escandaloso. Claro, uno queda cebado con la irreverencia, y quiere seguir leyendo, pero de verdad sentía que estaba leyendo una entrada larga en un diario, o una columna de opinión larga; los desvaríos no apuntan hacia una trama o hacia alguna profundidad psicológica intrigante. Me late que todas las novelas de Vallejo van a ser así, desordenadas y furiosas, por lo cual no valdría la pena seguirlo leyendo, a menos que uno busque un placer afín al de escuchar una misma canción una y otra vez. Sin embargo, voy a leer una obra más: la pentalogía El río del tiempo. Veremos si acerté en la predicción de que su prosa se hace uniforme en su odio tan repetitivo y tan igualitario.

La novela tiene virtudes. Hay unas reflexiones bien logradas, como esta: “Mi futuro está en manos de mi pasado, que lo dicta, y del azar, que es ciego” (p. 178). Para mí sobresalió una combinación peculiar entre una crítica moral muy fuerte y una conducta personal que podríamos describir por lo menos como reprochable. Así, en lo personal encontramos a un Vallejo cargado de deseos homicidas, genocidas, e incluso de exterminio total (“Por amor a la naturaleza […] hay que acabar con esta plaga [de los seres humanos]” [p. 102]). Vallejo desea lo peor para incontables personas, tanto poderosos (“entre papas y presidentes y granujas de su calaña, elegidos en cónclave o no, a la humanidad la llevan como a una mula vendada con tapaojos rumbo al abismo” [p. 179]) como pobres (“‘Los pobres […] [r]oban y paren para que vengan más pobres a seguir robando y pariendo’” [p. 13]), y le da rienda suelta a la pedofilia (hay una obsesión perenne con los “muchachos”) e incluso a la necrofilia (“yo dizque no me acostaba dizque con cadáveres. ¡Mentiras! Yo no tengo nada en contra de los muertos muertos mientras están fresquecitos” [p. 20]). Si es que tiene explicación esta aparente contradicción, una explicación podría ser que Vallejo se ha contaminado tanto con semejante mundo tan horrible que su comportamiento personal lo refleja, aunque no le impide vituperar al mundo por su degradación; ese mundo, a él, lo volvió así, o, según el mismo Vallejo, “el hombre nace malo y la sociedad lo empeora” (p. 102).

No pude evitar comparar El desbarrancadero con una obra que leí hace poco: Líbranos del bien (2008), de Alonso Sánchez Baute. Ambas pecan, creo, de desorden. En menos páginas, y con esquemas y otras ayudas para el lector, Líbranos del bien pudo haber convertido una idea excelente en una obra excelente. Tanto Vallejo como Sánchez Baute narran estas obras en primera persona, y hacen gala de descripciones bien logradas e ideas interesantes. Ambos autores son muy claros en su ímpetu por escribir sin tapujos y sin preocuparse por las consecuencias personales que eso implique: Vallejo da fe de ello, entre tantas formas, al referirse con sorna a su mamá como “La Loca” y a su hermano menor como el “Gran Güevón”; por su parte, Sánchez Baute dice: “Yo no escribo para que me quieran, ni para tener más amigos. Ni siquiera para vender libros. Lo hago para escapar del dolor, pero a la vez para encontrar una voz con qué gritarlo” (pp. 299-300). Ambos autores son homosexuales, y lo mencionan a lo largo de la obra: Vallejo pone de presente su jadeo por los “muchachos”, mientras Sánchez Baute lo asume como su opción personal, y reta la homofobia que lo ha acechado toda la vida. Pero la sensación que me llevo de cada uno es bien distinta: por un lado, un Vallejo incapaz de superar el odio efervescente que ha cultivado (él mismo lo dice en El desbarrancadero: “Así era siempre: iba atando maldiciones con maldiciones como avemarías de un rosario” [p. 129]); por otro lado, un Sánchez Baute que lucha con un mundo lleno de injusticias y que busca de buen corazón espacios para sus amigos y para sí mismo.

***

Hay mucho que pensé en compartir de Vallejo para dar una idea del tono de la obra y de su punto de vista. Consideré diciente este largo párrafo en el que Vallejo reúne los consejos que le daría a su hijo, si lo tuviera. Claro que detrás de cada consejo cínico se oculta una crítica espinosa. Ahí va: “Hijo: Házte nombrar y valoriza el puesto. Que nada pase con tu firma sin tu coima, que el mundo es de los vivos y el cielo de los pendejos. No des sin que te den y si no te dan que esperen, que la prisa es de ellos: ellos tienen la siderúrgica prendida y no pueden esperar: tú sí, tú tienes sueldo. ¿Industrias? ¿Cultivos? ¿Trabajo para los desempleados? Que las abran ellos, que cultiven ellos, que les den trabajo ellos que son los explotadores: tú no, tú eres santo. Y ten presente que funcionario que deja el puesto ya no es: fue. Por eso les dicen ‘el ex ministro’, ‘el ex presidente’, con una equis lastimera. En esa equis radica la diferencia entre el ser y el no ser. Así que no sueltes puesto sin tener otro mejor preparado. A tus inferiores humíllalos, a tus superiores cepíllalos, y cuando tus superiores caigan, dáles con el cepillo en la cabeza que la lealtad es vicio de traidores. ¡Cómo vas a traicionar tus intereses por un ex jefe! Un ex ya no es. Y sube, sube, sube que mientras más subas tú tu país más baja. Nadie está arriba si nadie está abajo. En las entrevistas no te des, que tú no eres mujer enamorada, y no olvides que hoy día todo lo graban; di que sí pero que no, enturbia el agua que no se pesca en río transparente. Masturba al pueblo, adula a los poderosos, llora con los damnificados, y a todos promételes, promételes, promételes, y una vez elegido proclama a los cuatro vientos tu amor a tu país pero si te lo compran véndelo, y si no hipotécalo que las generaciones venideras pagan: el futuro es de los jóvenes. Las casas, las calles, las escuelas, los hospitales, las universidades, las carreteras que prometiste déjalas como los puentes: en el aire, pendientes, entre una orilla y la otra de la nada. Absurdo sería gastarte en lugares comunes suntuarios lo que es para tus gastos: tus mansiones, tus aviones, tus palacios, tus palacetes, tus islas, tus playas, tus yates, tus putas, tus delicatessen. Y al irte, si es que te vas, recuerda que lo que dejes se lo lleva el próximo viento: dinero en arca pública es volátil cual espíritu de trementina” (pp. 85-86).

Comments

  1. Excelente reseña. Escalofriantes los consejos a su supuesto hijo, sobre todo porque están construidos sobre la realidad de este país.
    Se me ha acendrado aún más el deseo de leer "La puta de Babilonia".

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  2. Buena reseña.

    Pobre Vallejo: Enclaustrado en su primera persona.

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  3. Hey, ¡qué buen review!

    Yo sólo alcancé a leerme la mitad del libro de Vallejo en una tarde de desocupe, así que no podría comentarlo. En las cien páginas que leí no me molestó el desorden pero sí esperaba que la historia evolucionara, no que fuera una colección de ideas y anécdotas.

    Buen párrafo el que escogiste, la verdad disfruté mucho la acidez del autor; hace una crítica excelente de Colombia.

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  4. Anónimo: Gracias por el comentario. También tengo ganas de leer La puta de Babilonia. En El desbarrancadero habla horrores de Juan Pablo II; me pregunto qué dirá sobre Benedicto.

    Javier: Gracias también por el comentario. Creo que con esa relación amor-odio(-odio-odio-odio) que tiene Vallejo con la religión, creo que disfrutaría ver que lo enviaste a un claustro. Y tenés razón: esa es la trampa de la que no sale Vallejo.

    Carolina: Claro, el problema es que la historia no evoluciona. Sigue dando vueltas y vueltas. Y sacándole kilometraje a ese tono irreverente que llama la atención y vende. No cambiará tu impresión de la novela, ya verás, si la leés hasta el final.

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  5. Yo leo a Vallejo para reirme, la verdad me importa un pito si tiene o no estructura. Para ser sincero, tampoco se bien que significa que una novela tenga estructura.

    De paso, bacanito el blog, muy en la línea del ojo en la paja y el moleskine literario, es caleño pero parece peruano (eso es un halago, los blogs peruanos son muy bacanos). Chévere que apareciera un caleño en mi blogosfera.

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  6. Peláez: Estructura es orden. Por un lado está una historia y por otro cómo se cuenta, como se organiza. Lo segundo es -palabras más, palabras menos- "la estructura". A veces toda la gracia de un cuento está en la manera como se libera la información. Necesariamente cualquier narración tiene estructura, pero hay algunas en las que el ejercicio de estructurar es abierto y consciente y puede llegar a ser tan fundamental a la narración como la historia misma. Creo que cuando la gente dice que no hay estructura se refieren a que la estructura no se siente (o es una línea recta, como en las crónicas clásicas, o es el desorden absoluto tipo Pynchon (yo en este segundo caso disiento de Federico y prefiero creer que la estructura es sutil y el desorden aparente es deliberado y finamente controlado)). Hay novelas, claro, que son sólo estructura sin historia: anécdotas engrandecidas gracias a juegos combinatorios formales en cuyo límite está el trabajo de Oulipo. En el medio hay de todo.

    Federico: Vallejo siempre dice a quien quiera escucharlo que la única manera sensata de escribir hoy en día es la primera persona. La popular tercera persona omnisciente, según él, está agotada y enterrada. Supuestamente es facilista.

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  7. Igual que vos, he pospuesto la lectura de Vallejo por años, hasta que nos pasamos de casa y mi mamá regaló todos los libros que había por ahí de el. Así que no los tengo cerca. Justo hoy vi un programa con el y Pascual Gaviria en televisión regional y lo que me parece es que es un comediante que le quiere tirar a todo el mundo y escandalizar, y no me convence, aunque me haga reir. Todavía no lo voy a leer, me voy a seguir haciendo la boba.
    Vi el comentario que dejaste en mi blog. Ya vi que hacés muy buenas reseñas y me dio pena. Mi intención no era hacer una reseña, cuando terminé el libro me sentí triste y feliz de haberlo terminado, me sentí excited, y es una sensación que pocos libros dejan. Es una verdadera lástima que haya sido una tarea del colegio, aunque ojalá a mi me hubieran hecho leer libros así de buenos y no, por ejemplo, Huasipungo que es una pesadilla.
    Antes de comprar Sábado (porque la leí en español) había leído Black Dogs, y esa me fascinó, después me conseguí Amor perdurable, también me gustó y por último Sábado. La impresión que me dejó era que el tipo estiraba y estiraba la cosa, que como ejercicio me parece fantástico, pero ¿para publicación? no tanto. Bueno, yo no estudié literatura y no estoy calificada para dar un veredicto, pero eso pensé cuando la terminé.
    Muy buen blog, volveré.

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  8. Entendido el asunto de la estructura. Y si, la estructura a mi me gusta. De hecho a veces más que el texto. Supongo que por eso me gusta la literatura policiaca, porque es pura estructura.

    Interesante lo de oulipo, aunque yo pensé que era más una cosa para construir historias con estructuras, historias, elaboradas y planeadas hasta el minimo detalle (como un cuento policiaco bueno) y no un juego más formal con el lenguaje.

    Gracias de todas formas por la lección.

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  9. Apelaez: Gracias por la inclusión en la blogosfera. Y sí, la idea es circunscribir el blog a temas literarios, con reseñas cada cierto tiempo. Y me pareció que tu blog tiene reflexiones muy sensatas.

    Apelaez y Javier: Estoy de acuerdo con las apreciaciones de Javier sobre la estructura, con las cuales Apelaez luego dijo estar de acuerdo. Y, ciertamente, cuando uno no siente la estructura es porque estamos muy acostumbrados al tipo de estructura utilizada por la narración. Una narración sin estructura sería sencillamente inentendible. Sí, Vallejo tiene estructura, pero es muy desordenada: muchas veces parece ir diciendo lo primero que se le ocurra, y sólo superficialmente lo amarra con uno o más sucesos.
    Interesante lo de Oulipo, pero sin haber leído sus frutos me imagino que pueden ser bastante tediosos. (Aunque Italo Calvino me encanta: If on a Winter's Night a Traveler es una proeza).
    Con respecto a Pynchon, creo que hay algunas más estructuradas que otras. Ciertamente la que se lleva el premio en estructura es The Crying of Lot 49, y por eso la recomiendo para iniciarse con Pynchon. De hecho, la novela misma parece constituir un manifiesto sobre cómo organizar elementos dispares en una interpretación coherente (o no hacerlo).
    Y sobre lo de la primera persona, creo que la tercera persona omnisciente sí debe generar desconfianza en un mundo tan perspectivista. Pero en este contexto me gusta un término de teóricos literarios: focalización. El narrador está en tercera persona, pero se focaliza en ciertos personajes, y por lo tanto absorbe sus pensamientos, sensaciones, etc., sin hacerse por esa razón omnisciente. La primera persona que usa Vallejo es, de todos modos, una primera persona muy particular: la autobiográfica. Creo que también podría ampliar el abanico de posibilidades un poco.

    m: Tu "no me convence, aunque me haga reír" me parece una buena descripción de Vallejo. Sí, hace reír. Algún día lo leerás y lo comprobarás. Gracias por tus comentarios sobre el blog, y chévere que sigás apareciendo por estos lares. Y sentite más autorizada: creo que leer, y no estudiar literatura, es lo que califica a uno para pasar veredictos sobre las lecturas que le gustan y le disgustan. Como te había dicho en el comentario, a mí Saturday sí me parece muy bien armado, a diferencia de On Chesil Beach. Hasta donde supe, está gestándose una película basada en Saturday. Tal vez la traducción afectó tu percepción: McEwan es, de los autores angloparlantes vivos que he leído recientemente, el que a mi juicio mejor construye sus oraciones y escoge sus palabras. Su redacción es suntuosa.

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  10. Ojo, Federico, que hay trampa: La persona autobiográfica de Vallejo es *altamente* ficcionalizada. Quienes lo conocen dicen que hay una distancia tremenda entre la persona Vallejo, que le gusta tocar piano y vivir tranquilamente con sus perros y su compañero en su casa en México, y el energúmeno de sus libros. Ese es el personaje Vallejo que escribe artículos en Soho, pide crucificar al papa y arma show en los festivales del Malpensante. Un ser literario y mediático que a él le gusta proyectar.

    Con respecto a Oulipo yo no creo que haya gran cosa qué leer. Oulipo simplemente expresó una teoría, digamos, que ya estaba por ahí implícita desde hacía mucho rato, y luego procedió a llevar el juego tan lejos como se pudiera. En términos generales dejó más metodología que obras pues para poder crear algo realmente valioso bajo sus métodos hay que ser terriblemente listo. Queneau y Duchamp podían. Calvino también, como lo prueba su Si una noche de invierno un viajero (que hace precisamente parte de su etapa Oulipiana, así que ud sí hay leido cosas "de Oulipo"). Perec podía, y tal vez era el único que supo exprimir todo el jugo de los juegos con limitaciones formales sin sacrificar contenido (siendo sus mejores exponentes, tal vez, La Vie mode d'emploi (traducida dignamente por Anagrama) y La disaparition (cuya traducción en inglés por Gilbert Adair es una joya en sí misma (no sé si haya sido traducida al español, lo dudo.)). En general, Oulipo fue un proyecto fallido.

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  11. Javier: Gracias por las aclaraciones. Estoy, como lo expresé en la reseña, parado en las orillas del mundo de Vallejo, y creo que mantendré el agua por debajo de las rodillas. Pero te agradezco la precisión. Hay que tener mucho cuidado.
    Y también gracias por los comentarios sobre Oulipo. Si If on a Winter's Night a Traveler fue fruto del movimiento, entonces la inspiración oulipiana se prestó para al menos esa excelente obra (y las otras que has señalado).

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  12. Qué chévere ver tantos comentarios aquí.

    Muy interesante lo que dice J. Moreno acerca de la "writing persona" de Vallejo; la que él adoptó me recuerda a una frase de una película de los Hombres G acerca de un abogado malvado: "Tiene más mala leche que un marica cojo". Y tiene su gracia; quizá gracias a ella lo lean tanto.

    Yo creo que si sólo quienes estudiaron literatura tuvieran derecho a comentar la blogosfera sería muy, muy aburridora.

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  13. En efecto, Vallejo tiene un "writing persona". En últimas, todas las voces narrativas son eso, personalidades creadas por y para la narración. Al principio de la reseña señalé que me latía que la de Vallejo era una postura fingida que se le había convertido en una máscara inescapable. Lo interesante del caso Vallejo, de acuerdo con la pertinente observación de Javier, es la notable discrepancia entre la voz que usa en muchas de sus obras "autobiográficas" y la vida que lleva al margen de la literatura. Parece, por ejemplo, que es un devoto de la causa de los animales, y donó el dinero que se ganó con el Premio Rómulo Gallegos (que recibió por El desbarrancadero, precisamente) a una sociedad de protección de perros callejeros en Caracas. O sea que sí es una notoria máscara, la que usa en sus novelas. Pero supongamos que no hubiera una discrepancia tan marcada entre vida y voz narrativa. Pensemos, por ejemplo, en algo tan estrictamente autobiográfico como Cosquillas en la lengua de Pilar Quintana (que reseñaré pronto): aun en ese caso la narradora en primera persona llamada "Pilar Quintana" dentro de la novela es una voz fabricada, generada por el lenguaje y por las estructuras narrativas. Si parezco exagerar un poco, los hallazgos científicos al respecto son aún más exagerados: algunos de los principales estudiosos de la conciencia (Daniel Dennett, Susan Blackmore), concluyen que el hecho de que tengamos una identidad no se debe al cerebro, que no la genera, sino principalmente al lenguaje, que asume un "yo" que además ha resultado conveniente para la evolución. Pero volvamos, para concluir, a las toldas literarias. Si bien todas las primeras personas son fabricadas, y no reflejan de manera inocente la identidad del autor (una identidad muy cuestionada, en todo caso), Vallejo ha asumido una voz virulenta y provocadora que le ha costado trabajo distanciar de su propia vida, y algunas partes de su vida (la pública, por lo menos) han terminado imitando esa voz que produjo para sus textos.

    Para cerrar: en estos días intenté leer La puta de Babilonia. Es una crítica violenta de la Iglesia Católica. La contraportada la describe como una obra "[e]scrita con gran rigor histórico y académico". Sí, se nota que Vallejo leyó, y bastante, para hacer la obra. Se refiere al latín y al griego originales, y al hebreo de la Biblia (en transcripción). Pero esos calificativos tan optimistas me alborotaron el evaluador académico, y, académicamente, la obra no se sostiene. Un historiador especialista en la Iglesia la acabaría. Claro, Vallejo añade humor, desbroza todo menos las partes más venenosas de la historia eclesiástica, pero ciertamente no tiene la sensibilidad y las destrezas tan especializadas que se necesitan para hacer una obra sobre ese tema de la cual pueda decirse que fue escrita con gran rigor académico e histórico. Tiene, tal vez, las virtudes que Juan Gabriel Vásquez describió sobre los ensayos de Vargas Llosa, pero de ahí a hacer textos académicos rigurosos hay mucho trecho.

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  14. Me gustó muchísimo la reseña. También la discusión sobre la estructura. Como lectora soy apegada a la estructura y al orden. Tal vez por eso no he podido con Pynchon.

    De Vallejo sólo he leído "Almas en pena, chapolas negras", la biografía de José Asunción Silva. Tiene su rabiecita por ahí, pero es una rabiecita accesoria nomás. Y no me pareció una novela desordenada, todo lo contrario, nos cuenta una historia (en vez de darnos una colección de reflexiones como parece ser el caso de "El desbarrancadero") y tiene una estructura pulcra.

    Así que no me parece eso que decís, Federico, de que no valdría la pena seguirlo leyendo. Deberías darle la oportunidad a esta biografía. Según me cuentan la de Barba-Jacob también es buenísima.

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  15. Para complementar, aquí una reseña del libro sobre física de Vallejo.

    (Yo también había oido que la biografía de Barba-Jacob, la de Silva y el manual de gramática son muy bien hechos (el de Silva es aprovechado, naturalmente, para despotricar sobre Bogotá. Cosa fácil como pocas, por otro lado). En cualquier caso parecen territorio menos resbaloso que sus novelas "autobiográficas" y sus manifiestos contra todo lo habido y por haber (que a mí, por lo menos, me despiertan mucha desconfianza).)

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  16. Pilar: Gracias por tus comentarios. Una amante de la estructura muy probablemente se enloquecería con El desbarrancadero. Pero acojo tu sugerencia: yo llegué a Vallejo por las recomendaciones tan enfáticas que me hicieron de sus novelas, y, como lo dice Javier también, he oído comentarios superlativos sobre sus biografías, así que por lo menos esa pareja de libros pienso leer. De algo sí estoy seguro, y la reseña que sugirió Javier como complemento me lo confirmó: ni loco leeré las obras entre comillas académicas de Vallejo. Y gracias a esa misma reseña que mencionó Javier, encontré en el blog del español Rafael Reig una discusión sobre El desbarrancadero que siguió una dirección muy distinta.

    Ah, y antes que caduque el sentimiento, feliz año a todos.

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  17. Federico, estoy de acuerdo con Javier en relación con el auténtico carácter de Fernando Vallejo el escritor, que dista mucho de ese personaje aparentemente autobiográfico que aparece en mucha parte de su producción literaria. Para aproximarse a esa faceta personal hay varias entrevistas en televisión (una magnífica es la que le concedió al extraordinario Eduardo Escobar en Canal Capital y que coseché por casualidad hace unos cuatro años en una noche de desasosiego bogotano). Pero creo que la fuente por excelencia para conocer al verdadero Vallejo es el documental La desazón suprema, del caleño Luis Ospina y que con duración de 90 minutos, fue estrenado en 1993.

    A Vallejo llegué por casualidad (en la segunda Feria del Libro de Medellín compré Chapolas Negras pensando —crasa ignorancia— que se trataba de un autor peruano) y hoy puedo decir que me he leído casi toda su obra literaria, excepto la Virgen de los sicarios, a la cual no me querido acercar huyendo de los estereotipos de la Medellín de esos años, pero si vi la versión cinematográfica de esa novela.

    Aunque reconozco que mis apreciaciones solamente tienen el alcance propio de las que emite un simple aficionado, más de diez años después de haber llegado a su obra, si creo poder decir que por momentos, y mientras pasa el tiempo, la calidad litería se resiente. No es lo mismo el Fernando Vallejo de Barba Jacob. El mensajero o de Los días azules, que el Vallejo último de El desbarrancadero o, sobre todo, Mi hermano el alcalde (Alfaguara, 2004, 171 p.), obra que resulta muy floja, casi mala.

    Seguramente Vallejo no llegue a constituirse en el futuro en un autor de culto, pero creo que en la actualidad resulta muy útil en su labor oficiosa de fustigador de esta sociedad pacata, moralista y timorata.

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  18. RZ: Gracias por los comentarios. La región fronteriza que has señalado creo que resultará útil para priorizar (si no efectivamente descartar) algunos títulos de Vallejo. Un fustigador es útil para las sociedades complacientes, y tal vez el quid de Vallejo, que ha aparecido una y otra vez en estos comentarios, es que él parece haberse dejado absorber por esa postura, y ya no sé si quede en Vallejo alguien por fuera del fustigador con quien sentarse a tomarse un café, por ejemplo. A Virgen de los sicarios espero no acercarme, principalmente por esa película caricaturesca que armaron a partir del libro.

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