El libro electrónico al rescate de la literatura en español (1)

“En la mayoría de los casos, un escritor chileno sabe tan poco de la literatura ecuatoriana como de la vietnamita”. Esta cita de Andrés Neuman (Pequeñas resistencias 3 [2004], p. 38) es una de tantas permutaciones de un lamento que se oye con frecuencia sobre el archipiélago literario que es América Latina. De verdad que es difícil saber desde Colombia, por ejemplo, lo que se publica en Venezuela o en Perú.

Muchos dicen que la solución, aunque parezca paradójica, es pasar por España para cruzar una frontera dentro de Latinoamérica. Neuman también tiene una objeción a esa posibilidad, y es válida: “los libros impresos en España suelen ser inaccesibles al cambio en moneda nacional”. El libro que estoy citando, por ejemplo, cuesta 22 euros, que al momento de escribir esto son 27 dólares y más de 50,000 pesos colombianos. No es un costo exagerado (como sí lo suele ser el de los libros de Gredos), pero por ese precio es fácil encontrar tres libros en Amazon y comprar tres novelas de Punto de Lectura en Colombia.

Y eso que faltan dos retos formidables. El primero es encontrar el libro. Dentro de mi cacería perpetua por antologías de cuentos, intenté conseguir una de cuentos peruanos sobre viajeros: Pasajeros perdurables. Fue editada por Seix Barral, así que pensé que sería accesible. Ni modo: no se vende en Amazon (salvo por un corsario que quiere vender una copia a casi 80 dólares), y no está ni siquiera registrada en AbeBooks o en Casa del Libro.

El segundo reto es recibir el libro. En muchos casos, el costo del envío excede con creces el costo del libro. Me pasó hace poco con un libro que me interesaba. Supe de su publicación desde el 4 de julio. Al principio, no salía nada en Amazon, y Casa del Libro me cobraba 10 dólares por el libro y 30 por los fletes. Opté por esperar. Finalmente, alguien ofreció un ejemplar en Amazon y lo vine a recibir el 22 de septiembre. De todos modos, me tocó pagar un precio más alto del normal.

Y esto no me pasa sólo a mí. La diáspora latinoamericana es abundante. Por Facebook reaparecen compañeros del colegio que ahora viven en sitios tan distantes como Hong Kong y Japón. Para nadie es un misterio que en Europa y Estados Unidos hay miles de latinoamericanos que tienen que reprimir su sed de conseguir libros hasta entrar en la órbita de las librerías que los venden. Una persona que vive en Suiza me contó hace poco que viajará a Colombia con una lista de libros que lleva meses preparando.

Todo esto se traduce en algo: si fuera más fácil ubicar la buena literatura en español, y si fuera más fácil obtenerla, habría millones de personas interesadas en conseguirla. No podemos contar con que las barreras arancelarias y de distribución se desmoronen pronto. Pero no hay que esperar hasta que eso pase. Lo que tiene el potencial para evaporar esas barreras ya está a la mano, y no me deja de asombrar que no se use al máximo. Me refiero, claro, a los ebooks. Sí, todo el mundo ya lo sabía. Pero quiero resaltar los efectos que pueden tener para el panorama literario del español.

Se alargó esta entrada, así que en la próxima seguiré con el tema.

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