Reading (and) Fahrenheit 451

Ray Bradbury, Fahrenheit 451 (The 50th Anniversary Edition). New York: Picador (1998), 190 pp.

So how do you get kids to read? I read a stray article written by a well-known novelist who shrugged off the problem. This concern has been blown out of proportion, she said. Thanks to steep literacy levels, more people are reading now than at any other time in history. Numerically, this is true. But I think the rebuttal misses the point: as I see it, people are worried because those who got an education used to be deeply committed to reading; many of those who get an education today are reading-averse. I’ve had quite a few former students confess that they read one or no books before college; and I’ve talked to several educated adults who admit that they haven’t read a full book in, say, a decade (or more).

So back to square one: how do you get kids to read? If you ask Ray Bradbury, as you can see in the interview that accompanies the 50th Anniversary Edition of Fahrenheit 451, this is such a simple question: “Hand them a book, that’s all. Science fiction, fantasy—my books have changed a lot of lives. My books are full of images and metaphors, but they’re connected to intellectual concepts. Give one of my books to a twelve-year-old boy who doesn’t like to read, and that boy will fall in love and start to read” (p. 190). Oh, okay. Why didn’t you say so earlier?

It is a presumptuous answer, isn’t it? And quite unjustified, if you ask me. Fahrenheit 451 has become a staple book in high school, and I have seen people speak of it with admiration. But I read it recently, and disappointment is the first word that comes to mind. There are good things in the book, mind you. The idea of a world turned against the intellect, a world in which ignorance rules through the blaze of firemen who burn books, is quite interesting.

But the main problem is related to the novel’s technique. I think the texture of the book is bland, the prose is stilted, the dialogues and situations are implausible and even boring. One would not think so at the beginning, because it starts so well, with a clever opening sentence: “It was a pleasure to burn” (p. 3). “Burn” is beautifully poised here because it is a verb that changes its relation to objects when it is an intransitive verb or a transitive verb. The opening sentence can be read to mean that it was a pleasure to burn (in the sense of being lit on fire), or that it was a pleasure to burn (in the sense of lighting other things on fire). The context quickly resolves this ambiguity in favor of the second meaning, but it is indicative of the reversal firemen themselves have experienced in the Fahrenheit 451 universe, having gone from fire-extinguishers to fire-producers. This was well done.

But then you get the bland prose I mentioned, as well as some far-fetched characterizations. Tag along the use of ellipses, which is so cheap at times, leaving the suspense there so suspensefully it is ridiculous. Furthermore, there are quirks with the intended audience (why would the narrator say on page 34 that the firemen’s hose sprayed “not water but kerosene,” if the Fahrenheit 451 universe is used to kerosene and has no recollection of firemen using water?).

And there’s a huge confusion with oral cultures. Oral transmission is not exact; the Bible is replete with examples of this: someone says something, and the hearer passes it on shortly afterward, only to do so with alterations (take the Garden of Eden story, for example, and see how the prohibition keeps changing as it is retold). Oral transmission is particularly not exact when coming from people as thoroughly unaccustomed to memorizing texts as Guy Montag, the main character. And yet, when Montag unearths a passage from Revelations 22:2 at the end of the book, it is drawn unperturbed from the King James Version: verbatim. That is mighty odd. This era of memorizing books, this era of orality, is compared to the “Dark Age” (on p. 153); however, it is tailored according to the expectations of a highly textualized modernity, not those of the oral culture it has been forced to become.

I wonder why the book has enjoyed such an enthusiastic reception. In any case, no, I don’t think handing Fahrenheit 451 to a twelve-year-old will solve the problem of kids who are not eager to read.

Comments

  1. Yo no se cual es el camino hacia la lectura (yo no soy Ray Bradbury), pero siendo algo tan importante creo que en los colegios si tienen que hacer algo al respecto, de pronto no ser tan ambiciosos y que no pongan a la gente a leer novelas sino a que por lo menos lean dos paginas. Y digo eso a pesar de que una de las cosas que recuerdo con mas aprecio del colegio eran las tareas de analisis literario, pero tal vez esos analisis sean pedir demasiado, finalmente los alumnos no se leian los libros ni analizaban ni siquiera dos paginas.

    Es que los problemas de lectura si que son un problema social y una causa de inequidad, porque es que en general la gente a leer aprende es en la universidad, los miles de muchachos que no van a la universidad no aprenden a leer.

    Una curiosidad, mira este señor tan realista, es de diseño de software y mira una de las reglas que el diseñador debe tener muy presentes: In fact, users don't read anything.

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  2. Juan David:

    Estoy muy de acuerdo con tu preocupación por la lectura. Lo expresaste muy bien al decir que la gente parece estar aprendiendo a leer en la universidad... y ni siquiera todos, porque hay programas (y más que todo profesores) que los hacen seguir de largo sin despertar el interés en la lectura (o incluso despertando desprecio).

    Una persona me explicó hace unos días cómo un profesor de colegio la llevó a convertirse en una buena lectora. Creo que vale la pena reproducir esa experiencia. El profesor era muy bueno en clase, y se había ganado el respeto y el aprecio de los estudiantes. En los descansos, el profesor aprovechaba para leer novelas. Esta estudiante un día lo vio leyendo un libro, y él lo terminó y le dijo que era una maravilla de libro. Ella, intrigada, le preguntó de qué se trataba. Él le dijo que no se lo quería arruinar. Se lo pasó y le dijo que se lo leyera y así lo podían discutir. Ella lo leyó, se lo devolvió, lo discutieron y él le prestó otro. Él le fue prestando libro tras libro, y al finalizar el año ella era una lectora comprometida.

    Ahora, ¿qué debería leer la gente en el proceso de acercarse a la lectura? Buena pregunta. Yo empezaría por decir: cualquier cosa. Ya lo había dicho en un comentario anterior. Y tal vez el mejor acercamiento sean los cuentos. Cuentos breves y muy buenos, luego cuentos más largos y muy buenos, y así sucesivamente hasta llegar a las novelas. Un profesor universitario, desesperado con la falta de lectura entre los estudiantes, les suplicaba que siquiera leyeran capítulos de novelas. Al final de un par de semestres yo les pregunté a clases de 40-45 estudiantes quiénes leían libros distintos a los de la universidad, y sólo se levantaban dos o tres manos. Así que creo que deben leer lo que quieran, con tal de que lean, porque luego llegarán a cosas buenas.

    Y más allá de leer por placer, ciertamente ser analfabeta en una sociedad hipertextualista como la nuestra es una gran fuente de inequidad social. Yo me acerqué al tema del analfabetismo de adultos hace un tiempo, y recuerdo con mucho interés el libro de Jonathan Kozol que se llama Illiterate America.

    Con respecto al paréntesis en tu comentario, estoy convencido de que, con ese comentario de Bradbury que cité, no creo que Bradbury sea de los que sepan del camino hacia la lectura.

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  3. Gracias por la referencia del libro, es poco probable que yo lo lea pero en todo caso bacano saber que existe (en e-mule no esta, para que no lo busquen). Me gustaron las ideas para la lectura, me parecen razonables, ¿cuales son esos cuentos cortos muy buenos?, de pronto un buen libro de fabulas siempre sera una buena idea. Entiendo que Angela tiene experiencia en ese tema, ojala cuente algo.

    Que pena pues porque yo se que el tema es el libro de Ray Bradbury, pero cuando dijiste lo de los universitarios que no leen me dio curiosidad.

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  4. Juan David: No te preocupés que la lectura era otro de los temas del blog. De hecho, eso traté de comunicar con el "and" en paréntesis: tanto la lectura como Bradbury. Qué bueno que la discusión siguió el tema de la lectura, que en realidad es más fértil.

    Buen reto el que has propuesto con los cuentos cortos para estimular la lectura. Voy a mencionar sólo los primeros que se me ocurran. Sé que hablan muy bien de "La casa tomada", de Cortázar, pero ese cuento no me ha tomado mucho. Hace poco di con este de Pedro Mairal, "Hoy temprano", y no me pareció nada mal; es el tipo de cuento sobre el cual un buen profesor de literatura podría crear una buena clase. Pero en realidad los que más me han gustado últimamente han sido en inglés y más bien largos. De los cortos, el que se lleva el primer lugar es el de Donald Barthelme que se llama "The School", al que le quiero dedicar una entrada pronto. También me gustó mucho la caracterización en "Raymond’s Run", de Toni Cade Bambara. No está mal este de David Foster Wallace, titulado "Incarnations of Burned Children". Y recuerdo con entusiasmo este de Jonatham Lethem llamado "The King of Sentences", que fue seleccionado para Best American Short Stories 2008.

    ¿Quién sugiere otros?

    Hey, y no sería nada mal combinar fábulas con cuentos. En la Biblia, por ejemplo, hay unos cuentos buenísimos. El libro de Jueces está repleto de relatos interesantes.

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  5. Ah, y se me olvidó este de Kathryn Kulpa, titulado "Mine", que es sencillo y muy breve pero logra una caracterización muy buena del personaje central.

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  6. Lei el de Mairal, excelente. Los que son ingles no fui capaz, no soy capaz de leer literatura en ingles, no entiendo nada, y ahi si me da pereza cojer el diccionario. (no te burles Carolina, lo de la universidad que era en ingles lo aprendi a leer con un diccionario al lado).

    Me siento haciendo una defensa del oscurantismo diciendo que no pongan a los muchachos a leer novelas, pero es que la idea es que aprendan a leer aunque sea el periodico, al menos eso.

    Mi sugerencia: Autopista del sur de Cortazar.

    (La frase "defensa del oscurantismo" la tome prestada de Victor Gaviria, yo se que el no se enoja).

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  7. No he leído el libro de Bradbury, pero por el solo gesto de arrogancia en la respuesta no me provoca incluirlo en mi lista de pendientes, y si a eso se le suman los problemas de narración que anotás, no dan ganas de darle la oportunidad.
    Sobre los comentarios anteriores no entiendo muy bien algo. Cuando mencionan ambos que las personas empiezan a leer en la universidad, se refieren a analizar textos con fines académicos o a leer por disfrutar la lectura como actividad. Digo que no entiendo porque nunca he conocido a nadie que empiece a leer tan tarde; en mi experiencia, los buenos lectores siempre han empezado desde niños. A mí, por ejemplo, me leían los cuentos clásicos desde niña y luego, cuando aprendí a leer, me regalaban libros de cuentos para niños y continuaron regalándome para cada edad. Cuando llegué a la universidad ya me tocaba comprarlos por mi cuenta.
    Por eso, mi sugerencia de cuentos para iniciar a los niños en la lectura siguen siendo los mismos clásicos de toda la vida. Hay además otros cuentos que, hasta donde sé, no están traducidos al español --por lo menos yo no los conocí cuando era niña-- de Beatrix Potter. En general, lo ingleses tienen una colección muy amplia de cuentos para leer a los niños, y para sus primeras lecturas.
    También sé de una colección de Norma que se llama Torre de papel y que clasifica por colores de acuerdo con rangos de edad, no me sé esa clasificación, pero los textos que he conocido, ninguno de autores famosos, son muy bien pensados para el propósito que persiguen.
    En cuanto a los cuentos cortos que proponen, son de todo mi gusto, yo incluiría a Juan José Arreola, Augusto Monterroso (pero no con el dinosaurio, por favor), el que propone Juan David de Cortázar es muy bueno, "El libro de arena", de Borges, que puede ser mi cuento favorito... pero me parece que para llegar acá, hay que haber empezado mucho antes.
    En todo caso, mi punto es que el hábito de la lectura se empieza desde niños, con cuentos para niños.

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  8. Mónica: Tenés razón en guardar cierta prevención frente al texto de Bradbury. Se la merece.

    Ahora, ¿a qué me refería yo cuando hablaba de que la gente está aprendiendo a leer en la universidad? Yo lo digo porque durante varios años de docencia universitaria noté que la gente llegaba a la universidad sí, sabiendo "leer" en el sentido más amplio, pero no leyendo con el cuidado debido y con hábitos de apreciación y análisis. Constantemente los invitaba a hacer ejercicios de lectura juiciosa (ponía un párrafo espinoso en una diapositiva, y los invitaba a que lo leyéramos entre todos): el resultado invariablemente me sorprendía. Las interpretaciones eran muy equivocadas, el conocimiento básico de la frase (bueno, ¿quién es el sujeto? ¿Qué es lo que está haciendo, es decir, dónde está el verbo de esta frase?) era preocupante. Cosas así. Por eso digo que mucha gente está aprendiendo a leer en la universidad, ya que es allí que tienen que volverse (más) reflexivos con la lectura, en lugar de leerla como llega alguien a un obituario del periódico, por ejemplo.

    A ese nivel, muy poca gente leía por fuera de la clase, es decir, por gusto. En ese sentido, un libro de cuentos cortos y excelentes, para últimos años del colegio y primeros años de universidad, era lo que yo tenía en mente en la discusión con Juan David.

    Comparto plenamente tu apreciación sobre la importancia de empezar a leer desde muy temprano. Casi invariablemente, los mejores estudiantes en mis clases eran aquellos que tenían un muy buen hábito de lectura desde la infancia. Ahora, a pesar de compartir esa apreciación, la realidad es que casi todos los estudiantes en mis clases ya no habían desarrollado ese hábito, y por lo tanto era necesario trabajar sobre su estado real frente a la lectura... y lo bueno que habría sido un excelente libro de cuentos cortos para motivarlos.

    ¿Es esta versión de "El libro de arena" la que tenías en mente?

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  9. Just a humble, down-to-earth guy keeping it real.

    Yo querría creer que dijo eso movido sólo por una pasión desmedida por el mercadeo. Tal vez sea la frase más creída que he leído... Lo triste es que una visión tan reducida del lector revela la poca inteligencia del autor.

    Juandaví, ¿vos con quién me estás confundiendo? Yo no me burlo de esas cosas, me parecería de pésimo gusto.

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  10. No había leído "El libro de arena" en mucho tiempo y, en esencia, ese es el cuento que tanto me entusiasma. En mi memoria es más largo, pero puede ser por la presentación. Lo que pasa es que cuando hablás de "esta versión" me entran dudas, pero dejé mi versión impresa del libro en Medellín, para comprobar.
    En cualquier caso, si hiciera mi lista de cuentos imprescindibles, este estaría ahí.

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  11. Que hagan lo que sea, pero que se tomen en serio eso, no me parece justo que los muchachos salgan del colegio sin saber leer, y que pena repetir, pero es sobre todo por los muchachos que no van a la universidad. Yo no se de eso, pero ese ejercicio que puso Federico esta muy bacano.

    Monica, yo tambien pense en Augusto Monterroso, del que no conozco casi nada, solo lo que pone Angela en su blog, pero pense exactamente lo mismo que vos en que era buena idea pero coincido con vos "el dinosaurio no".

    Desde que se suicido Thomas Foster Wallace y que Alejandro Gaviria hablo bien de sus libros tengo curiosidad, en la libreria aca en Medellin no esta ninguno traducido, creo que voy a coger el diccionario para leerme ese cuento que Federico enlazo. Tambien quiero leer nostromo igual es porque Alejandro Gaviria lo recomendo, Malcom Deas tambien habla bien de Nostromo, ese si esta en la libreria.

    No estoy seguro que sea un cuento, pero el viejo y el mar me parece la cosa mas tesa que han escrito en este mundo.

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  12. David Wallace es de esos tipos que uno no se explica a qué horas duermen (o dormía, en el caso de Wallace). Escribía, además de cuentos, novelas tan largas y elaboradas como Infinite Jest, y ensayos por doquier. Wallace reseña con fluidez una biografía de Borges, refiriéndose sin despeinarse a un libro considerablemente largo sobre la historia de América Latina. Y es capaz de recurrir en sus escritos de ficción a tecnicismos bien elaborados, tomados desde campos como la estadística hasta el derecho tributario. Ahora, el resultado no siempre es agradable. Uno de los cuentos más aburridos que recuerdo haber leído últimamente es este de Wallace, llamado "Wiggle Room" y publicado en The New Yorker. En todo caso, ese cuento de Wallace que había señalado antes sí lo recomiendo.

    No creo que El viejo y el mar cuente como cuento, pero recuerdo haberlo leído con interés. En todo caso, Hemmingway dejó unos buenos cuentos.

    No he llegado a Nostromo, pero, aunque parezca hereje de mi parte, con las dos novelas de Conrad que he leído me ha pasado en general como, no sé, con Turn of the Screw, que me parecen, sí, buenos, pero no me explico cómo lograron inmortalizarse así.

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  13. Llego tardísimo. Lo mejor de esta entrada son todos los enlaces en los comentarios, qué maravilla.
    Yo no creo que haya edad o manera infalible de volverse lector. Estoy de acuerdo con Mónica, claramente la infancia es el mejor momento y en la universidad uno termina de aprender o se jodió. Pero me parece muy sensata la forma en que Yolanda Reyes lo aborda, ella habla de la emocionalidad del momento de la lectura en la infancia. No es tanto qué lee uno pequeño, sino cómo se lo leen, o quién se lo lee. La atmósfera, el olor de la mamá cuando uno está sentado en las piernas de ella, ese momento de intimidad que finalmente cuando uno crece se traslada a la relación de uno con el libro.
    Yo soy mala lectora, en el sentido de ser muy poco constante y ávida, porque soy una persona terriblemente perezosa y dispersa; pero tengo el vicio, sobre todo una fascinación por las palabras y por el acto de leer y escribir. Eso, obviamente, no me convierte en Lectora. Pero en la universidad, estudiando filosofía, aprendí a leer con rigor, en ese sentido soy buena lectora. Después de la universidad, me empezó a interesar mucho más la literatura, que había prácticamente ignorado en la carrera. Y les digo que, creánlo o no, en este momento de mi vida me estoy volviendo lectora de literatura por primera vez. Eso no quiere decir que me esté volviendo lectora por primera vez. Por eso Mónica tiene razón y es muy importante cómo es la infancia de uno en ese sentido. Yo recuerdo muchísimo que muy pequeña yo estaba enamorada de mi papá (como todas las niñas) y lo veía siempre sentado en su reclinomatix tomándose un tinto y leyendo a la lata. En ese momento el irradiaba placidez, era como un ritual. Leía muchas cosas muy malas: readers digest, novelas de suspenso a lo película gringa mala, en fin, él era muy lector, pero de cosas pésimas. Sin embargo, fueron esos momentos, en los que yo me sentaba en el piso o con él en la reclinomatix fascinada a verlo metido en los libros y lo acompañaba, que me enamoré de la lectura. También ver libros en la casay más adelante tener a mi hermana que sí es una excelente lectora en todos los sentidos.
    Los niños tienen una fascinación natural por los libros, con o sin imágenes. Simplemente son objetos enigmáticos y uno lo sabe desde pequeño. Entonces eso hay que aprovecharlo, pero desde la emocionalidad.
    Creo que sí es posible volverse lector a cualquier edad y por cualquier camino, solo que si eso no se dio en la infancia pues es muchísimo más difícil.

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  14. Otra cosa que pienso es que para volverse lector de literatura es necesario estar abierto a incomodarse, a sentir compasión, a salir de uno mismo por un momento. Creo que ese es un gran impedimento para que las personas nos volvamos lectoras. Es terrible confesarlo, pero como soy también tan autoconsciente y vivo engolosinada con el mundillo interior de mis propias ideas y reflexiones, yo creo que eso también me ha impedido ser buena lectora de literatura. Ahora por ejemplo estoy leyendo La mujer justa. No puedo soltarta, porque es fascinante, una novela increíble. Pero es un esfuerzo muy grande: lo confronta a uno, lo violenta de algún modo en sus creencias, en su vida íntima. Hannah Arendt tiene un artículo excelente sobre eso, se los recomiendo muchísimo, creo que está en el libro La condición humana pero seguro estoy errada (apenas pueda busco el dato exacto, es que tengo muy mala memoria y lo leí hace mucho). Ese texto de ella me gusta mucho, porque a mí siempre me pareció que más que preguntarse cómo hacer para que la gente se vuelva lectora, la pregunta era por qué es eso importante. Y ella lo responde desde el tema de la compasión y la política. Su respuesta es discutible, claro, pero muy interesante. Entonces creo que es importante que a la gente en el colegio y en la universidad le den la herramienta de la lectura bien dada (como me pasó a mí con la filosofía y estaré toda la vida dándome palmaditas en la espalda por haber escogido esa carrera, porque eso fue lo mejor que me dejó), pero me parece que la importancia de que la gente lea literatura es un tema distinto, una discusión aparte, que es muy interesante porque deja ver que la estética y la política o la ética no son temas separados, y una discusión que no tiene nada que ver necesariamente con ese primer acceso a la lectura en general que todos las personas merecen recibir de la manera más rigurosa posible para entrar en el mundo y poder defenserse bien en él.

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  15. Ángela: Me parece acertada la propuesta de Yolanda Reyes frente al reto de acercar a una persona a la lectura. De todos modos, sí creo que es importante el tipo de lecturas que uno haga. Dentro de ese ritual cariñoso y emotivo que mencionaste, a un amigo su mamá le leía todas las noches cuando era niño. Lo que le leía eran artículos de la Enciclopedia Británica; no se volvió un gran lector, pero sí sabía cantidades de curiosidades como la longevidad de una culebra o el nombre del segundo presidente de Tanzania.

    La Filosofía contemporánea ciertamente promueve buenos hábitos de lectura cuidadosa. Algunas de mis mejores materias para ese tipo de análisis en la universidad fueron las de Filosofía, con una profesora que era adepta firme de la escuela straussiana. Ahora, creo que esos pensadores muchas veces se pasan: por ejemplo, aplican el principio intencional y otras herramientas hermenéuticas propias del mundo moderno a otros contextos, sin el debido cuidado antropológico e histórico. De hecho, en esta entrada me referí a una manifestación de este problema al hablar de la manera tan equivocada de Bradbury de entender una cultura oral.

    No he leído cómo Hannah Arendt aborda el tema de la conexión emocional con la lectura, pero en otros autores la palabra usual para eso es la empatía. El libro de Martha Nussbaum que se llama Poetic Justice es precisamente sobre eso, y es muy agradable de leer; Richard Posner la critica en un capítulo de su libro Law and Literature. Algo escribí sobre eso hace unos años, al reseñar el libro de Nussbaum. El punto de esta empatía que genera la lectura es que nos ponemos en los zapatos del otro y así generamos una especie de educación sentimental (en el sentido de Richard Rorty). La crítica de Posner es interesante: sí, la empatía te pone en los zapatos de otro, pero te puede poner en los zapatos de Hitler o de Pol Pot, y así te inculca valores cuando menos no muy benignos. Su crítica es que la empatía, por sí sola, no es necesariamente buena.

    A propósito de la conexión entre estética y política, no vayás a dejar de leer a Terry Eagleton (si no lo has hecho ya). En una entrada anterior recomendé uno de sus libros. A Eagleton le encanta señalar esa conexión. Por ejemplo, se pregunta por la ideología de la rima, o por el impacto político de la métrica. Cosas así. Es interesante.

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  16. Tenés razón, no es Arendt sino Nussbaum. A ese texto me refería, pa que vayás viendo mi memoria y el sancocho que tengo en la cabeza. Exacto, el punto era el tema de la educación sentimental que a fin de cuentas a mí me no parecía peligroso. En realidad me parece que esa es una de las cosas bacanas de la literatura, que podés llegar a sentir empatía hacia personajes siniestros sin que eso te comprometa a vos política o éticamente. Es decir, claramente la literatura le puede "inculcar valores" a uno, pero no creo que se deba juzgar desde ese punto de vista ni la literatura, ni la relación entre estética y política. Yo resaltaría el valor de la educación sentimental que puede promover la lectura más en el ejercicio (el de ponerse en los zapatos del otro, el que sea) que en el contenido. Es decir, yo diría que la empatía por sí sola, sí es buena. Y creo precisamente que hace mucha falta una educación en ese sentido: que le pare bolas al tema, promueva la empatía y la eduque.

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  17. Ángela: Creo que es atractivo el punto de Posner sobre el hecho de que la empatía es neutral, y puede ser usada para cualquier cosa. Pero eso no me llevaría a oponerme a la empatía generada por la literatura, y creo que a Posner tampoco. Por el contrario: claro que uno de los grandes placeres de leer es poder habitar pensamientos de personas malvadas y buenas y torpes y etc. Es interesantísimo. Es enriquecedor. Estoy de acuerdo con promover la empatía, y en general la fantasía, la capacidad de imaginar. Las historias en general (películas, relatos orales, novelas) son geniales para eso.

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