El perseguidor
Hace poco me referí a un experimento con un puñado de cuentos de Cortázar y de García Márquez. Hoy vuelvo a Cortázar. La razón es que, con ocasión de un cuento reciente, alguien me recomendó muy enfáticamente “El perseguidor”. Es difícil desatender las sugerencias hechas con tanto ímpetu, así que hoy aproveché para cazar y leer el cuento de Cortázar. Lo leí en esta antología; descubrí en Internet una versión desordenada (y quizás con errores), aquí.
Lo primero que salta a la vista es la extensión del cuento. Ocupa más de 50 páginas en la edición que leí, lo que lo pone en un limbo entre cuento largo y novela corta. Procede parsimonioso por esas 50 páginas, con algunos destellos que recompensan la lectura, sin llegar a generar gran suspenso o fuertes emociones. El cuento es un estudio de un artista soberbio, pero el estudio no se hace desde la tarima, durante sus presentaciones geniales, sino desde el andén, mientras el artista se droga y colapsa y desvaría. (Y desvaría mucho, a veces en direcciones interesantes).
El artista en este caso es Johnny Carter, un jazzista estadounidense que pasa un largo tiempo en Europa. El narrador se llama Bruno V.: es el biógrafo de Johnny, y un crítico de jazz. La historia se desarrolla principalmente en París. El lenguaje que hablan es francés, pero leemos un texto que se traduce automáticamente al español (de Argentina, además). La novia de turno de Johnny es Dédée, una acólita que siempre termina cediendo ante las presiones de su pareja. Otra mujer gravita alrededor de toda la acción: Tica —la marquesa—, que acompaña a Johnny con una generosidad libertina y una chequera que siempre lo saca de aprietos. Ante ese panorama, el final del cuento es bastante predecible.
Uno de los aspectos más interesantes del texto es la relación que plantea entre los críticos y los artistas. Bruno acompaña a Johnny y se preocupa por él, pero a la vez lo envidia y teme que Johnny vaya a echar a perder la biografía que se vende muy bien y que se traduce a más y más idiomas. Bruno dice sentirse como un evangelista. Se impone a sí mismo distancia (subraya esto al final, para evitar un arrebato de emoción). Su puritanismo —dice— lo aparta de la irresponsabilidad casi absoluta de Johnny. A lo largo del cuento presenciamos una lenta transformación de Johnny, el ser humano, en Johnny, el protagonista de la biografía. Hay ideas específicas e interesantes sobre críticos y creadores. Por ejemplo, Bruno ofrece “un buen resumen de la vida de un crítico”: “ese hombre que sólo puede vivir de prestado, de las novedades y las decisiones ajenas”. Pero, a la vez, “los creadores […] son incapaces de extraer las consecuencias dialécticas de su obra, postular los fundamentos y la trascendencia de lo que están escribiendo o improvisando”. Es una relación que pareciera ser parasítica pero necesaria, complementaria.
El cuento contiene unos elementos técnicamente interesantes. Por ejemplo, hay una sección de escritura en vivo durante un concierto (“esta taquigrafía garabateada sobre una rodilla en los intervalos”); a pesar de eso, el texto de esta sección no es muy diferente del resto. Hay una larga sección hacia el final (a partir de “Pasarán quince días vacíos”) narrada en un hipotético futuro; se termina fusionando con la descripción con la que el cuento concluye. Muchas de las conjugaciones en esta sección son en tiempo futuro, y, como este es Cortázar, no sabemos si en definitiva ese último tercio es pura fantasía del biógrafo (con todo y actos de infidelidad), que quiere ver a su propia biografía triunfando y opacando fatalmente a su sujeto.
Aunque hay secciones e ideas interesantes, el texto no me deslumbró. Por un lado, la textura es relativamente sucia. A veces ni reconocía la pluma de Cortázar, usualmente precisa y lúcida. Por ejemplo, hay repeticiones indelicadas e innecesarias (“ese chimpancé enloquecido que me pasa los dedos por la cara y me sonríe enloquecido”); en dos o tres páginas sucesivas, la idea de enormidad aparece tres veces, o como sustantivo o como adverbio. Por otro lado, el texto desvaría tanto como Johnny, y no logra compactar sus virtudes en una narración fluida y vívida. Es más, el último tercio, el que despega con un futuro hipotético, podría servir como una versión condensada y más fuerte del texto entero.
Para terminar, creo que la persona que me recomendó el cuento lo hizo principalmente porque tanto en “Malibú” como en “El perseguidor” el protagonista es un músico. Sin embargo, los tipos de narración que siguen a partir de ese elemento común son bastante diferentes. Creo que hay mayor afinidad con la ansiedad de Pestana, en “Un hombre célebre” de Machado de Assis. En todo caso, siempre es bueno tener una excusa para retomar a los grandes.
He leido el perseguidor dos o tres veces, las tres veces con mucha emocion. ¿porque me gusta mucho?, no sabría decir, ¿por el ritmo de la narracion?, ¿porque es verosimil?, tal vez es porque he conocido un par de personas como el protagonista. La palabra que se me viene a la mente en este momento para describirlo es "trepidante", busque el significado y si es eso lo que yo quiero decir. Ese man pinto perfecto ese estado de fiebre de los llevados del putas.
ReplyDeleteComo curiosidad y me perdonas mi propia bobada, que rechimba ese ejercicio de analizar las cosas, esta obviedad la digo porque en un primer momento pense "hey como asi, ¿el perseguidor es una farsa?", pense que era un atropello analizar lo que a uno le gusta mucho, pero nada, bacano mirar y si es una farsa pues es una farsa y listo, aunque yo no pienso eso del libro, tendria que volverlo a leer.
Casualmente ayer vi a hasta la mitad una pelicula con tema parecido, es la de las goteras del mejor guion de Sundance, bacana esa pelicula (aunque no la termine de ver porque tenia que trabajar en ese momento).
Juan David: Pues mirá que a mí "El perseguidor" no me pareció malo esta vez. Me pareció un cuento más bien frío, eso sí, y demasiado cerebral. Me gustó el tanteo sobre la relación entre el crítico y el artista. El personaje del músico maniático es interesante. Las discusiones sobre música parecen ser acertadas, pero alguien con suficiente conocimiento técnico podrá decir si es verdad esa apariencia. Leí el cuento entero de un tirón, y eso habla bien del ritmo.
ReplyDeleteCreo que siempre es interesante acercarse desprevenidamente a textos clásicos y también a textos desconocidos. Es lo que intento hacer en muchos de estos comentarios. Preguntarme si el texto me gusta o no, y por qué. Elaborar sobre lo segundo siempre es un reto interesante.
No he visto la película. Voy a ver si la encuentro.
Federico, encontré tu blog navengando en la web... (que buen encuentro)
ReplyDeleteMe parece interesante el punto que desarrollas en tu texto crítica-ensayo de "El Perseguidor".
Para todos es claro, incluso confirmado por Cortázar, que este texto, es una de sus más grandes creaciones. Obviamente guardando las distancias con "Rayuela", que indefectiblemente se aborda desde otras latitudes.
Como existe en el cine, desde la escritura de guión, hasta la puesta en escena; nada sobra en una película. Nada. Mucho más en un texto, y qué decir si es de Cortázar.
Cuando hay dos vocablos que se repiten en una misma oración, es que la escritura trasciende del mero hecho a narrar, y ocupa los lindes de las características psicológicas de los personajes. Y eso es genialidad.
Puedo mencionar a tres escritores que ahora recuerdo, y concuerdan con la descripción que te hice:
William Faulkner, con el libro "El Ruido y la Furia".
Andrés Caicedo, (Colombiano) con la mayoría de su obra lo hizo, sin embargo se destaca "Viva la música".
Rafael Chaparro Madiedo (Colombiano) con el libro "Opio en las nubes"
Y bueno, qué decir de William Burroughs o Allen Ginsberg...
Entonces, a mi modo de ver, las repeticiones indelicadas e innecesarias (“ese chimpancé enloquecido que me pasa los dedos por la cara y me sonríe enloquecido”)... son tan delicadas y necesarias, que construyen el perfil de un personaje, y rompen la camisa de fuerza, que la propia estructura literaria, mantiene apretando cada vez más, a quienes escriben historias.
Saludos cordiales Federico,
Manuel Torres
Manuel: Gracias por el comentario, y me alegra que te guste el blog.
ReplyDeleteEstamos de acuerdo en algo: la repetición puede ser usada como un recurso efectivo para generar ciertos efectos, como comunicar aspectos psicológicos de los personajes o construir un ambiente. Por ejemplo, una voz narrativa que use mucho la palabra viola, en diferentes sentidos y en contextos donde ciertamente no cabe, puede mostrarnos a través de esta compulsión algo sobre su historia personal. En ese sentido, se combina con otras figuras (como la aposiopesis) que ayudan a producir efectos a través de formas específicas de construir las oraciones al margen de la gramática o de la más estricta estilística.
Sin embargo, en lo que no estamos de acuerdo es en que Cortázar hizo eso en las frases que cito de "El perseguidor". No por ser Cortázar, ni por ser "El perseguidor", debemos ver este cuento como una obra perfecta. Esa frase del chimpancé, por ejemplo, es a mi juicio una simple falla al revisar. (Eso pasa, incluso en cuentos muy revisados y celebrados y hasta en textos ganadores de premios). No había en esa cita de Cortázar una obligación de repetir la palabra enloquecido, ni hacerlo fue un acto de genialidad. El autor pudo haber forjado la frase de otra manera, o con sinónimos, y el efecto hubiera sido el mismo, sin el defecto.
De todos modos, respeto tu opinión sobre el acierto de esas oraciones, y tal vez fueron construcciones intencionales de Cortázar. Mi opinión es que no funcionan bien. Y que, en general, "El perseguidor" es bueno sin ser deslumbrante.
A mí "El perseguidor" me gustó mucho más la última vez que lo leí, hace uno o dos años más o menos, que la primera vez. Me parece que, de cierta forma, el personaje de Johnny (basado en Charlie Parker) condensa todas las inquietudes vitales-literarias-artísticas-ideológicas de Cortázar.
ReplyDeleteA continuación transcribo un párrafo que siempre me ha deslumbrado, y que me recuerda -por lo que cuenta- a Borges, a Bolaño, a Shakespeare, al Marqués de Sade, a David Lynch y a Leonard Cohen cuando canta este verso sublime: "There is a crack in everything, that's how the light gets in":
"Bruno, ese tipo y todos los otros tipos de Camarillo estaban convencidos. ¿De qué, quieres saber? No sé, te juro, pero estaban convencidos. De lo que eran, supongo, de lo que valían, de su diploma. No, no es eso. Algunos eran modestos y no se creían infalibles. Pero hasta el más modesto se sentía seguro. Eso era lo que me crispaba, Bruno, que se sintieran seguros. Seguros de qué, díme un poco, cuando yo, un pobre diablo con más pestes que el demonio debajo de la piel, tenía bastante conciencia para sentir que todo era como una jalea, que todo temblaba alrededor, que no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo... Pero ellos eran la ciencia americana, ¿comprendes, Bruno? El guardapolvo los protegía de los agujeros; no veían nada, aceptaban lo ya visto por otros, se imaginaban que estaban viendo".
Ya que ha pasado más de un año, Jorge, creo que valdría la pena releer "El perseguidor" y compartir una nueva oleada de impresiones. Pero me sostengo en lo que dije en esta reseña: tiene cosas buenas, tiene fallas y en general no lo meto en el estante de los cuentos favoritos.
ReplyDeleteQué variado racimo de artistas te trae a la mente esa cita de Cortázar. La parte que más me gustó fue esta, tanto por lo que cuestiona como por el ritmo con el que lo hace: "no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo".
Las reflexiones sobre los críticos, que aparecen citadas más arriba y que aproveché para visitar de nuevo ahora, son muy buenas.