Pequeñas resistencias

“Las novelas —aunque no todas— venden más; los cuentos —aunque con excepciones— venden menos. ¿Son acaso por eso mejores las novelas? ¿Es justo seguir presentando como argumento literario lo que es una simple jerarquía comercial? Muchos de los abajo firmantes no sólo no nos oponemos a las novelas, sino que además las hemos escrito y publicado. Y a pesar de eso, o quizá por eso mismo, quisiéramos expresar nuestra perplejidad ante ese arraigado fenómeno que podría denominarse la oficialización de la —supuesta— inferioridad del cuento. Una cosa es que todos estemos más o menos sujetos a las leyes del mercado, y otra bien distinta es confundir el valor con las ventas, los méritos con los numeritos, el cuento con el cuánto”.
(De: “Manifiesto: La Rebeldía Breve”,
incluido al inicio de Pequeñas resistencias)

Hace poco conseguí los volúmenes que integran la serie de antologías llamadas Pequeñas resistencias, que recorren el mundo hispanoamericano, empezando en España y terminando en Puerto Rico. Los criterios empleados para la antología fueron un acierto: los autores deben ser residentes en el lugar del cual se hace la antología (sin importar su país de origen), deben haber nacido después de 1960 y deben haber publicado por lo menos un libro de cuentos; además, por lo menos uno de los cuentos seleccionados para la antología debe haber sido previamente publicado.

El resultado es una serie de obras verdaderamente ambiciosas, publicadas entre 2002 y 2005. La editorial fue Páginas de Espuma, que reforzó así su compromiso con el género.

Lo que reproduje al inicio fue parte del manifiesto que encabezó la primera de las antologías (este primer volumen tuvo la particularidad de incluir múltiples cuentos de algunos autores, y una poética de cada uno). El manifiesto lo firmaron varios escritores, entre ellos Fernando Iwasaki, a quien me referí hace unos días. Ofrece una defensa enérgica del formato del cuento. Tiene sentido. No obstante, el afán de resistencia muchas veces se traduce en un deleite con el virtuosismo que tiene en mente a otros literatos, y no al “lector común [con su] carencia de sensibilidad literaria, fruto sin duda de una defectuosa formación” (las palabras no muy delicadas son de José María Merino en el prólogo de Pequeñas resistencias). Así se puede ir generando una separación aún mayor entre lectores y cuentistas, lo que puede provocar un nuevo afán de resistencia… y así sucesivamente.

En todo caso, para los que disfrutamos el cuento, estos volúmenes son un excelente recurso. Debo destacar también la precocidad del editor, Andrés Neuman, hoy ganador del Premio Alfaguara de Novela 2009 pero en ese entonces —al iniciar el proyecto— un cuentista y poeta de 23 años. Participó en los cuatro volúmenes, en ocasiones aportando textos, en ocasiones seleccionando los cuentos, en ocasiones escribiendo el prólogo.

Comments

  1. La queja de que se vende más la novela que el cuento siempre me hace preguntarme si la gente imagina que lo justo sería que se vendieran igual, cosa poco probable. Definitivamente, si el cuento vendiera como venden las novelas y viceversa, creo que eso señalaría que algo anda mal con la literatura. No siempre esta mal no ser popular y la novela requiere más esfuerzo, por lo que me parece que merece más atención (por mucho que yo ame los cuentos).

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  2. Juan: Parece que pasar relativamente desapercibidos frente al público en general ha permitido mayor experimentación en los cuentos, como lo dice Joe Meno en una entrevista que cité hace unas semanas. Claro, eso es de mucho interés para los amantes del género. Aunque no siempre se traduce en ventas, el lado positivo es que es bueno disponer de nichos creativos más osados. Por otro lado, no creo que todas las novelas requieran más esfuerzo que todos los libros de cuentos, pero entiendo tu punto.

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