Dos breves repiques del boom
Una amiga, muy buena lectora, me dijo que le había pasado algo curioso con Cortázar: todo lo de Cortázar que leyó en su adolescencia le encantó; todo lo que ha releído ahora, unos años después, la ha desencantado.
Había pasado un tiempo desde que leí a Cortázar, así que me propuse probar esto conmigo mismo. Me senté con un puñado de sus cuentos. Indudablemente, los textos son de un gran dominio técnico. Cortázar genera universos paralelos, que se intersecan real o imaginariamente, con gran facilidad. Produce momentos de humor (con instrucciones propias de un manual descabellado, como en “Conducta en los velorios”) y nos lanza detalles sugerentes con desenfado. ¿Qué tal la despreocupada desintegración del matrimonio de Marini en “La isla a mediodía”, o sus planes para apoderarse de la isla? El universo de “Autopista del sur” es acertadamente minucioso. Lo más instructivo fue devolverme a encontrar el punto exacto en el que las historias se desdoblaban, el momento en que los textos nos engañaban para creer que había un continuo que llevaba a lo imaginario. (Por ejemplo, la elisión lenta del condicional “treparía […] entraría […] pescaría […]” en “La isla a mediodía”; en cambio, la natural familiaridad con lo urbano al inicio de “La noche boca arriba” me pareció un recurso desleal).
Sin embargo, en este pequeño experimento no me dejó tan entusiasmado la prosa de Cortázar. Lo repetiré con más calma, y sobre una muestra más grande. Pero por ahora sí debo decir que entendí algo del desencanto del que hablaba mi amiga.
Después de Cortázar, tomé a alguien más del boom. Quería saber si tal vez ya ese tipo de literatura había demostrado ser tan influyente, se había vuelto tan imitada, que tal vez me estaba pareciendo irreparablemente gastada. (Hablando de eso, ¿qué tal el registro cortazariano del cuento “Trato hecho”, ganador del Juan Rulfo en 2007? Como dije en otro momento, no estoy yendo en contra de “los clásicos” en general, ni mucho menos).
Para poner a prueba esta impresión sobre los cuentos del boom, leí un puñado de cuentos de García Márquez. Sí, había destellos de buen lenguaje (y otras descripciones de mucho menor destello, como la frase “Parecía un pajarito ensopado”, en “Sólo vine a hablar por teléfono”). Pero no podía declararme impactado. Hasta que llegué a “El rastro de tu sangre en la nieve”, que me dejó fascinado. Es un cuento sobre dos jóvenes de la élite de Cartagena (Billy Sánchez, Nena Daconte) que se casan y viajan a Europa para su luna de miel.
Es verdaderamente brillante la manera en la que el cuento te seduce, te mantiene a ciegas, te divierte, hasta soltarte la noticia del final, con un impacto que no es mitigado sino reforzado por la brevedad fatalista con la que nos la comunican. La espera ominosa es muy bien manejada. La idea que la da al cuento su nombre es fuerte y sugestiva: Nena Daconte saca por la ventana una mano que gotea sangre y dice: “Si alguien nos quiere encontrar será muy fácil […] Sólo tendrá que seguir el rastro de mi sangre en la nieve. […] Imagínate […]: un rastro de sangre en la nieve desde Madrid hasta París. ¿No te parece bello para una canción?”. Por otra parte, en el encuentro entre el bárbaro rico provincial que es Billy Sánchez y el melifluo orden milenario de París surgen contrastes que darían para un buen ensayo sobre la “bárbara” América y la “civilizada” Europa.
Desde luego que no pretendía hacer aquí un ensayo sobre estos dos grandes de la literatura contemporánea. Sólo quería ensayar en carne propia la decepción de la que me había hablado mi amiga. El texto de García Márquez es, sin duda, una de los cuentos del boom que no produce esa impresión.
Ese experimento lo he realizado varias veces, a través de los años, habiendo leído muchas más cosas que en los años de adolescencia; si bien no sorprenden tanto los cuentos de Cortázar (es natural, mis favoritos los he leído varias veces), hablar de decepción es ir demasiado lejos, cuando se está leyendo a alguien que no solo escribía cuentos, sino que daba lecciones de narrativa corta en su escritura; cuestión de gustos, pero pienso que, aunque haya envejecido por algún lado la obra del argentino, "La salud de los enfermos", "La noche boca arriba", "La noche de mantequilla" se leen con deleite, exigen una atención especial.
ReplyDeleteSaludos.
Sentenciero: Estoy de acuerdo con que Cortázar es de los grandes cuentistas. Espero no haber dado la impresión incorrecta: técnicamente, son muy buenos los cuentos. Lo que pasa es que no me fascinaron; por eso hablé de que no me "entusiasmaron", aunque me referí a sus virtudes técnicas. Mi amiga sí es la que habla de desencanto y decepción. No llegué tan lejos en este experimento.
ReplyDeleteBacano el experimento. No soy ningun experto pero Garcia Marquez me gustaba en la adolescencia y todavia me gusta mucho. Cortazar todavia me gusta, pero no tanto.
ReplyDeleteMuy bueno si usted hiciera el experimento con el tunel. Entre otras cosas y en otro genero, de todos los ensayistas que he leido, que creo que son bastantes, mi preferido es Sabato. Me atrevo a decir que he leido muchos ensayistas aunque ni siquiera me sabria los nombres, pero yo calculo que me leo dos al mes todos los meses desde hace años, y no estoy hablando de blogs sino de ensayos de gente reputada, ese es mi vicio, aunque ahora estoy desilusionado de los ensayos y voy de vuelta para la lectura de ficcion.
(me imagino que para el calculo de cuantos ensayos se ha leido uno tambien hay que aplicar la formula que se utiliza para hacer la correccion a la cantidad de mujeres que reportan los fanfarrones: la mitad de la mitad. Con base en esa heuristica me leo un ensayo reputado cada dos meses, me sigue pareciendo una buena muestra).
Juan David: Gracias por el comentario. Eso era exactamente lo que quería: actualizar mis impresiones sobre esos autores. Lo seguiré haciendo. El túnel no sería un mal candidato para algo así; tengo buenos recuerdos del libro, pero lo leí cuando era adolescente. Por otro lado, he oído de mucha gente que, al hacer una relectura ya mayor, sufre desencantos con los libros de Andrés Caicedo. Habría que hacer la prueba también.
ReplyDelete¿Cuáles son algunos de esos ensayos que más te han gustado, dentro de esa mitad de la mitad? (El refrán que yo he oído es este: "De riqueza y santidad, la mitad de la mitad"). Tal vez ya conozcás estos libros de Houghton Mifflin que recogen los mejores ensayos del año: The Best American Essays. Salen cada año. El de 2007, con selección e introducción de David Foster Wallace, ha sido particularmente aclamado.
No conocía ese libro, gracias por recomendarlo, bacano que haya muchos recomendados aunque uno por el momento no los vaya a leer ni a buscar.
ReplyDeleteCon la pregunta estoy dudando de la reputación de los autores que leo, de pronto dije mentiras en que leo autores reputados, no importa, en todo caso los que me han gustado mucho son: Orwell el de la política y el lenguaje (lo único que he leído de el). Todos los de Sabato pero los viejos (son muchos). Todos los de Luis Carlos Valenzuela, Algunos de Alejandro Gaviria, especialmente el que escribió de Patarroyo. Dos de Pablo Arango que salieron en el malpensante. Algunos de Tom Wolfe (lo siento pero su alma ha muerto e infoverborrea, polvos magicos). Los ensayos de Saint Exupery me gustan también.
Después de varias horas con la pregunta en la cabeza esos fueron los que quedaron. Por ejemplo me gusta todo lo que escribe Tom Wolfe, pero la calidad es diferente entre ellos, todos son bacanos pero hay unos sobresalientes. Para mi gusto personal en los ensayos lo que prefiero mas que elegancia en el lenguaje es honestidad, una idea original y que la idea me parezca poderosa.
Lo que me desilusiono de los ensayos es que hay una especie de plantilla para ensayistas, me desilusiona cuando simplemente llenan esa plantilla. Ademas de la plantilla me canse de esa forma de expresión.
Con su permiso mañana pego los enlaces de los que encuentre en internet, por si alguien no los ha leído y los quiere leer.
De Andrés Caicedo pues a los 17 años yo era un fanatico de su obra, con verguenza reconozco que lo recitaba (si, que gueva, yo se), y lo lei mucho. Hace muchos años que no lo releo, obviamente eso de "odio a todo y todos y no dejo de odiar a nadie" ya no me dice lo mismo que cuando tenia 17 años, ademas publicaron sus papeles sin terminar, pero la novela de el para mi gusto es excelente.
Hace unos años agarré Cien años de soledad, con la idea de matar unos minutos que tenía de tiempo. No pude soltarlo. La música que salía de su páginas me obligaba a voltear las páginas. Y el cuento del que hablas es maravilloso, ese y "El verano feliz de la señora Forbes". De Cortazar todavía recuerdo con cariño la primera vez que lei sus historias de Cronopios y de Famas. Lo lei en el Cuzco, en una casita antigua de adobe y pintura colorida descascarada. Jamás se me ocurriría releerlo. Peor aún ahora, después de leer tu nota. Sería matar la magia. Como ver Fantasmagórico después de todos estos años.. ¿para qué?
ReplyDeleteJuan David: Creo que la reputación de Orwell y de Sábato está a salvo. Ese ensayo de Orwell es particularmente sólido. Me imagino que te referís también a uno que leí de Pablo Arango sobre las publicaciones académicas en Colombia; tiene cosas interesantes. Algo me dice que te va a gustar David Foster Wallace como ensayista. Tal vez disfutarás también del género de literatura médica que escribe Atul Gawande; cumple con los requisitos que mencionaste. Igual lo hace Malcolm Gladwell; si no lo has leído, te lo recomiendo. Tanto Gladwell como Gawande escriben en The New Yorker, y en general esa revista está llena de muy buenos ensayos. Adelante con los links.
ReplyDeleteDe Andrés Caicedo dicen que las lecturas de sus novelas siguen llenando auditorios enormes por toda América Latina. No sé. Tendré que releer Que viva la música pronto.
El Tiempo del Bronx: Creo que hay literatura que es mejor recordar que releer. Algo me dice que sería tu caso con Cortázar, especialmente en la forma en que lo leíste. Pero su prosa sigue teniendo elementos que funcionan muy bien. No he releído Cien años de soledad desde hace tiempo. En mi primera lectura me gustó mucho más que en la segunda. En todo caso, tu recomendación es un argumento a favor de retomarla.
ReplyDeleteCortázar es mi padre literario, por culpa de él escribo. Me parece que lo que pasa con Cortázar es que el impacto inicial de sus cuentos tiene mucho de sorpresa. No es posible sentir lo mismo en la relectura porque falta la inocencia del lector que no sabe a lo que va. En esa tónica, habrían cuentos que se prestan a la relectura (el último Chéjov, con sus no-finales) y otros que son de una única lectura. Un ejemplo de esto último sería The Lottery de Shirley Jackson.
ReplyDeleteJuan: Estoy de acuerdo con que ciertos textos se prestan menos para la relectura, porque dependen del efecto que generan sobre la mente desprevenida. Al releer uno puede buscar cómo generaron ese efecto --y es un esfuerzo que vale la pena--, pero emocionalmente uno se va desconectando. Se me ocurre el caso análogo de las películas de M. Knight Shyamalan. Pronto haré un breve comentario sobre "The Lottery"; qué bueno que lo trajiste a colación.
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