Y qué te parece si te recito el cuento


Algunos comentarios en la entrada pasada me hicieron volver a una inquietud que tengo desde hace un tiempo: ¿nuestro tipo de literatura actual de verdad se presta para que la recitemos?

No me estoy refiriendo al solo acto de leer un texto en voz alta, que es un ejercicio muy útil dentro del proceso de edición y sirve para pescar construcciones indeseadas pero camufladas. Me refiero a parar a un escritor o una escritora frente al público y decirle que lea sus poemas, cuentos, novelas, etc.

Los recitales de poesía seguirán. La gente los disfruta, aunque en mi caso tengo sentimientos encontrados con ellos. Por ejemplo, estuve en la Gala de Poesía del Hay (Cartagena) el año pasado y debo confesar que frente a por lo menos dos poetas pasé de lector interesado a oyente repugnado. Hubo uno en particular a quien podía ver babeando en las comisuras de los labios y abriendo unos ojos enormes cuando hablaba de pezones y de pubis, lo que casi me hace perderle el gran respeto que antes le tenía a su poesía. Uno allí descubre que el suave lirismo de un autor debe filtrarse, por ejemplo, por una voz insoportablemente nasal. Bueno, hay que ser un lector suficientemente maduro como para no dejarse sesgar del todo por eso; por lo tanto, hay que seguir leyendo a quienes uno disfruta (y suprimiendo mentalmente toda la parafernalia física que a uno le molesta). En todo caso, ahí están mis sentimientos encontrados.

Con respecto a la lectura de prosa, el tema es más complejo. Creo que las editoriales seguirán usando este formato porque es una buena oportunidad para acercar a un escritor al público y promover la firma (y por ende la compra) de libros. Es una buena idea, desde el punto de vista comercial, y no tengo ningún problema con eso. El reto está en encontrar un texto que de verdad se preste para ser leído sin traumatismos.

Cuando se estableció una formidable cultura tipográfica en Occidente, se estandarizaron la puntuación, la ortografía y la gramática, generando unos textos de una consistencia sobre el papel que la humanidad nunca había conocido. (Recomiendo, por ejemplo, la curiosa historia del signo igual en el libro de David Bodanis E=mc2). Desde luego, los escritores se han adaptado muy bien a este entorno tipográfico. Si le añadimos a este panorama algo de experimentación moderna o posmoderna, el texto que resulta tiende a ser cuidadosamente diseñado para ser escrito, no hablado. De hecho, una excelente novela puede que sea un fracaso al leerla en voz alta. Sinceramente no me imagino recitar Gödel, Escher, Bach.

Mi frustración más reciente con este tema fue cuando intenté leerle un cuento a alguien hace unas semanas. El cuento usaba muchos diálogos, que ante el ojo de un lector no implican ninguna confusión, pero que al intentar comunicárselos a alguien oralmente me estaban enloqueciendo. Empecé a decirle cosas como “raya tengo hambre punto raya se rascó la cabeza raya punto vámonos punto nuevo párrafo”, y ahí ni yo ni ella estábamos disfrutando el ejercicio. Lo que hizo hace poco Wells Tower, leyendo un cuento entero y haciéndose entender sin estrategias esquizofrenogénicas como la mía, fue una proeza.

En inglés hay ciertas bondades que ofrece una lectura en vivo del autor. Por ejemplo, hubo una discusión tal vez demasiado larga en la página de Chuck Palahniuk sobre cómo pronunciar el nombre de la isla en la que se desarrolla su novela Diary. La isla se llama Waytansea. Mi intuición es que se pronuncia “Wait-and-see”, generando un fértil juego de palabras en el contexto de la novela. Pero las reglas de pronunciación del inglés son caóticas por decirlo de manera benigna, así que algunos de los participantes en la discusión tuvieron que transar así: que alguien escuche cómo Palahniuk pronuncia el nombre en una lectura de su novela y nos cuente para que todos sepamos cómo es. (Y, bueno, el nombre mismo de Palahniuk es una trampa. Se pronuncia como si uno leyera los nombres Paula-Nick, y eso de verdad que no se deriva intuitivamente al ver las letras sobre una página).

Al principio dije que la práctica de recitar literatura me generaba una inquietud. No estoy ofreciendo soluciones o posiciones definitivas. Ciertamente hay que ser cuidadoso al escoger lo que se va a recitar. Y hay otras consecuencias. En una entrada anterior dije que algo que me molestaba de los cuentos de Tomás González era que me parecía que sonaban feo. Señalé una cacofonía entre muchas. Una amiga escritora me dice que es una perdedera de tiempo hablar de cacofonías. Que la noción misma pertenece a una cultura oral. Ahora, si seguimos recitando, seguiremos escuchando esas cacofonías que reptan en el papel. Y aunque no recitemos, prefiero evitar las cacofonías: aun en esa vocecita mental de los lectores a veces se dispara un llamado de alerta ante una frase fea. Si acaso sucede, creo que falta un tiempo para que la literatura, de seguir anclada firmemente en el papel, lleve a los lectores a perder algunos de los reflejos derivados de una cultura oral.

Comments

  1. Con Mónica leemos novelas y cuentos en voz alta de vez en cuando.

    Personalmente opino que la buena prosa debe sonar bien y fluir en voz alta. Eso le da solidez.

    No sé dónde leí a algún analista que decía que cada vez iba a ser más común que las editoriales cobraran la asistencia a las lecturas de autores reconocidos como una manera alterna de capitalizarlos, de la manera como los músicos que dependen más de sus conciertos que de sus discos.

    Por otro lado, últimamente he leído sobre autores jóvenes españoles que además de escribir y publicar participan en festivales de spoken word. En show relativamente sofisticados combinan música, imágenes, videos y literatura.

    Recuerdo un cuento de Martin Amis donde los escritores de guiones publican sus obras en pequeñas revistas hiperespecializadas de tipo académico (sin lectores más allá de los familiares de los autores y otros autores) y en editoriales minoritarias, y son los poetas de sonetos los que reciben la atención del público, llenando estadios enteros para leer dos poemitas. La premisa es un poco burda (entre otras porque es difícil creer que un género como el guión surgiera y se desarrollara sin necesidad de un teatro que lo representara) pero el cuento es divertido.

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  2. Otra cosa más: Sea como sea, es medio obvio que leer en voz alta requiere cierto talento (por no hablar del caracter de la voz y problemas relacionados) que en principio no debería estar asociado a la capacidad para escribir. No recuerdo qué escritor famoso era tartamudo.

    Supongo que quien lo tenga debería aprovecharlo. Le añade dimensiones y salidas a su trabajo.

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  3. No sé, a mí siempre me ha parecido que el lenguaje oral y el escrito son independientes. En general me molestan los textos escritos como se habla (creo que los blogs no entran en esta categoría, aunque no lo digo por este, es obvio) y jamás he sido capaz de concentrarme en una conferencia leída.
    Nunca he asistido a una presentación de libros con lectura del autor. Los lanzamientos que organicé cuando era editora procuraba que fueran tipo entrevista, en la que otro escritor, por lo general con más experiencia que el autor del lanzamiento, hablara de la obra e invitara al público y al escritor a hablar del proceso, del contenido, y de ahí a la compra. Me gustaría asistir a una de estas lecturas, a ver cómo funciona.

    Me gustan, sin embargo, dos momentos particulares para la lectura en voz alta (me refiero a la prosa, claro): el primero es la lectura de cuentos para niños, donde hay que ponerle una voz diferente a cada personaje, y se marcan las exclamaciones, los puntos suspensivos (tiene mucho que ver que ahora tengo un hijo pequeño y por eso disfruto más el ejercicio). El otro momento es la lectura con la pareja, como una especie de muy preliminar foreplay. Aunque, Federico, una lectura con el experimento pormoderno que pones aquí, le borra todo el encanto al asunto.

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  4. Tal vez sea yo mismo el culpable de que la lectura en voz alta de la literatura me parezca un ejercicio tan problemático. Pero para referirme de nuevo al cuento del que hablé en esta entrada, aquel que me pareció bien frustrante de leerle a alguien en voz alta, en realidad se basaba tanto en la tipografía para sus efectos que creo que ni siendo todo un Tespis podría comunicar el cuento oralmente de manera efectiva.

    Cuando estaba a punto de subir la entrada del blog recordé el éxito de los audio books. Nunca he escuchado uno, pero deben funcionar bien porque los hacen para todo tipo de libros, aun para aquellos que yo hubiera metido en la categoría de los irrecitables.

    Estoy de acuerdo con que la prosa debe sonar bien en voz alta. Por eso hay que evitar las cacofonías, las repeticiones sin sentido, cosas así. De ahí lo valioso que es leer algo en voz alta dentro del proceso de edición.

    Creo que eventos como el Hay se acercan a lo que Javier dice haber leído, aquello de cobrar por escuchar a los autores. Me parece que en esos eventos los réditos no van directamente para el autor, pero sí van indirectamente por vía de la visibilidad y la venta de libros. Y hay autores que son excelentes conversadores, como Jorge Edwards, y uno sale de la conferencia con muchas ganas de comprar sus libros. (También hay un riesgo para las editoriales, claro, porque hay autores de cuya conferencia uno sale sin el menor interés en leerlos). (Y pensar que hay grandes autores como Pynchon que ni siquiera se acercan a ese tipo de eventos).

    El spoken word sí es todo un espectáculo. Creo que va desdibujando la división que menciona Mónica entre lo oral y lo escrito, que creo que no ha hecho sino afianzarse en los últimos siglos, no obstante los brotes exitosos como el spoken word. (Y otra vez surge el temita que ni quería mencionar, el de los audio books).

    Está divertida la premisa del cuento de Amis. ¿Cómo se llama?

    Estoy de acuerdo con Mónica con que las conferencias leídas no son lo mejor. Uno se termina por acostumbrar, pero cuando el o la conferencista ni siquiera hace glosas en vivo a su texto sí se vuelve insufrible la cosa.

    Los dos momentos que señala Mónica pueden de hecho ser los más propicios para lecturas en voz alta, pero insisto en que habría que escoger bien el texto a leer. Tengo una tía que se ha vuelto una maga en recitar cuentos para niños, y los hace llorar y reír y pedir más y más y más. Eso es todo un arte, claro. Y he visto el cuidado con el que escoge los cuentos que les lee a los niños.

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  5. PS: Javier, no sé si era a quien tenías en mente cuando mencionaste a un escritor famoso tartamudo, pero recordé ahora a Andrés Caicedo, el escritor caleño, que fue un célebre tartamudo.

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  6. Escuhé por primera vez sobre spoken word en una biografía sobre Viggo Mortensen; aparentemente las habilidades de "No-ego Viggo" en este aspecto (y parece que en todas las artes a las que se dedica) son notables. Desde entonces tengo curiosidad por el tema, pero no lo he escuchado, y menos he asistido a un ¿acto?.

    Hace muchos años que me regalaron unas grabaciones de Julio Cortázar en Casa de las Américas. Leía "Casa tomada" con esa voz profunda y su r gutural, y tampoco fui capaz de concentrarme. No sé cuál será el secreto de los audio libros, pero me siento incapaz de acomodarme a ellos.

    No recordaba que Andrés Caicedo era tartamudo, pero si uno piensa en sus escritos, muchos son de los que yo encontraría irrecitables, como tú los llamas.

    Se me ocurre un último comentario que no está directamente relacionado con la lectura en voz alta, pero sí con los autores y sus voces. Hay un programa de concurso en BBC Four que se llama "The Book Quiz"; una de las secciones se trata de escuchar la voz de un escritor y acertar de quién se trata. Identificar la voz de V. Nabokov fue una tarea difícil, porque su acento era más cercano al inglés de Wales o de Escocia que al americano o al mismo ruso.

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  7. No sabía nada sobre el Viggo polifacético. Yo estuve creo que en Nueva Orleans en un evento de spoken word. Lo que recuerdo es muy parecido a un recital de poesía pero con música y ánimos trascendentales. Fue entretenido.

    Supongo que no es más que una afortunada coincidencia que un escritor tenga una buena voz. Recuerdo haber oído una grabación de Joyce y sonaba hasta ridículo: una voz tenue, tal vez nasal, y un hábito algo pretencioso de hablar con trilled r's. Oír a Neruda recitar los Veinte casi me noquea. No he oído la voz de Nabokov pero dicen que tuvo una delicada instrucción en inglés a manos de profesores británicos; su prosa sí refleja algo de pompa innecesaria. De Conrad dicen que hablaba un inglés casi inentendible. Voy a ver si tomo ese Book Quiz que mencionaste, Mónica.

    Y, Javier, tu texto sobre el audio book estuvo bueno. Creo que podrías escribir un cuento sobre tu versión de esa novela, arañada del audio book que se te alojó en los sueños y del texto con el que tapaste los huecos que recordabas que existían. (Apuesto a que el texto resultante sería casi irrecitable).

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  8. Personalmente pienso que una novela, al menos para mí, no sería apetitosa ni de leer en voz alta ni de escuchar hacerlo. Hay trozos de novelas de Saramago que me parecen deliciosas para leer en voz alta, mi memoria o mi edad o la combinación de las dos, no me permiten citarlas. Hay otro libro, que no tengo ni idea a qué género pertenece: "La loca de la casa" de Rosa Montero. Este también tiene partes deliciosas para compartir leyendo en voz alta, pero definitivamente "Logística", el último cuento que he leído tuyo, sí es perfecto para eso, por la trama, la ironía hasta el humor, que en mi concepto, nunca falta en tus cuentos.

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  9. Anónimo: Sí, la idea de recitar toda una novela me parecería aburrido de hacer y de padecer. Es la premisa contraria a la de El lector, donde lo hacen con mucho provecho. Pero ciertamente nos hemos vuelto una cultura papirómana, y la literatura lo refleja.
    En menos de 24 horas he visto dos referencias entusiastas a La loca de la casa. La voy a tener que leer.
    Y gracias por los comentarios sobre los cuentos. Estoy de acuerdo con que "Logística", que está escrito como una carta dirigida a alguien, sí se presta para una lectura en voz alta.

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  10. Fede, yo traté de entretenerme con un audiobook de Harry Potter en un viaje de Santa Bárbara a Eugene (laaaaaaaargo) y tuve que pararlo a los quince minutos (y ya había puesto todos mis CDs de música). El lector era un señor inglés insoportable. Te quedó buenísimo el post :)

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  11. Carolina: Gracias por el comentario. Debo confesar que nunca antes había tenido tanta curiosidad por escuchar un audiolibro como ahora, después de las experiencias amargas que algunos han compartido. Vamos a ver con cuál me atrevo.

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  12. Hay mucho que decir acerca de este tema.

    En primer lugar, viajemos un poco al vocablo "Oralidad". ¿Recuerdan ustedes a los personajes que recitaban cánticos llenos de poesía: Rapsodas?

    Bueno, La Iliada de Homero, La Eneida de Virgilio, y muchos más textos fueron primero transmitidos por la "oralidad". Es decir, se recitaron. (Aquí me detengo para comentar algo acerca de Gabriel García Márquez, y son los comentarios de la premisa de construcción de sus obras: que fueron mentadas por los abuelos, de la cultura costeña de aquel hermoso país llamado Colombia... genera polémica, ¿no?)

    Leer es una herramienta prolífica, no sólo para la edición de los textos, sino para el mismo instante de construcción. Quizá sea porque el proceso de escribir, implica distintas funciones neuronales, en comparación al de la escritura.

    Es cierto que responden a técnicas diferentes.
    Una persona que escriba brillantemente, no necesariamente es un orador elocuente. Debería ser de esa manera, pero cada quién tiene sus aciertos.

    Me acuerdo en este momento de Henry David Thoreau, que escribió "La desobediencia civil"
    y un libro que me produce encantamiento, llamado: "Caminar". Si uno se fija en la escritura de Henry David Thoreau, (Padre de la Literatura Estadounidense) podrá percibir que la lectura en voz alta se hace ligera. Y seguramente, uno imaginará la voz de Henry, recitando cada oración de dichos textos.

    ¿Por qué es mejor leer qué escuchar? quizá porque en la lectura, la voz que escuchamos es la nuestra... que nos es familiar y cercana.

    Ahora, qué decir de Gandhi, o de Martir Luther King, o de Tolstoi... (porque curiosamente todos fueron influenciados por los textos de Thoreau)

    ¿Recuerdan "I have a dream"? el discurso que recitó, (no que mencionó, ni dió, sino "Recitó") Martin Luther King en pos de los derechos y la igualdad del hombre de piel negra.

    O en la poesía... Dylan Thomas, el gran poeta galés, que con su voz, llenaba las plazas de las ciudades, y recitaba su poesía. Dylan Thomas escribió una novela, titulada: El retrato del Artista Cachorro, y su lectura, parece una película poética, recitada por su propia voz. Definitivamente, hay una esencia particular en los textos de los autores que recitan, porque usan los tiempos de la manera más pertinente, y con la seguridad,de poder despertar en el lector, aquella pausa, aquel tono, aquel susurro, que si viene cierto se hace genialmente con la voz, se plasma con puntos y comas en la lectura.

    Personalmente lo he experimentado. En vez de escribir un poema, lo recito (improvisando) como si fuese un músico escalando armonías y melodías en un círculo armónico específico.
    El resultado, aunque lento, es una poesía diferente, distinta a la que suelo hacer por medio de mis manos en el teclado de mi pc.

    Y bueno, esto me hace recordar a Fernando Pessoa, su obra, con los Heterónimos, bien podría leerse escuchándola, y no porque yo haya escuchado a Pessoa recitar, no... no he tenido ese privilegio. Sino porque, su escritura, refiere intrínsecamente una voz.


    Concluyo pues, que la particularidad (genialidad) de una escritura, es directamente
    proporcional a la escucha del que escribe. Y esa escucha, refiere al entendimiento de los tiempos y las pausas en el lenguaje. Es la transformación del lenguaje de los silencios en las conversaciones, mutado en las pausas líricas de los puntos y las comas. Tal cualidad, despierta en la escritura una voz que te exige, a ti como lector, detenerte, y regresar a leer la última oración, para quedarte unas cuantas horas en ella, meditando y descubriendo el misterio de su belleza. Algunos lo llaman el carácter poético, la poiesis... que debería estar en todas las escrituras, y todas las manifestaciones artísticas; lo demás, que no responde a esta cualidad, es simplemente la lectura banal de un texto, como quién lee el menú del día en un restaurante de comida china.

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  13. En "La memoria de Shakespeare", de Borges, el narrador nos cuenta que el sentido más desarrollado del dramaturgo inglés era el oído. Interesante.

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